Spanking erótico
¿Cuántas veces has dado o te ha dado tu pareja un cachete en el culo y te ha provocado cierto placer? Seguro que más de una vez. Existe una práctica sexual más ejercida de lo que parece, basada en los cachetes, denominada "spanking". Pocas personas la llaman por su nombre, pocas conocen esta nomenclatura que se traduce en azotaina, pero muchas la practican.
Cuando hablamos de spanking o azotaina, nos referimos a golpear los glúteos de una persona con la mano, una pala o algún juguete erótico, de forma consensuada y con fines eróticos.
El spanking suele formar parte de juegos de roles, de dominación/sumisión, donde la persona azotada asume el papel de sumiso, de sometido, y el azotador de dominante. Un juego en el que ambos están de acuerdo con el rol que cada cual desempeña.
Cada persona tiene un límite en su nivel de recepción. En una sesión de azotes, la intensidad siempre va in crescendo, siendo diferente el punto de tolerancia de cada persona. Hay quienes no soportan más de una azotaina moderada, sin pasar de unas leves rojeces, mientras que otras personas aman el dolor extremo y alcanzan un gran nivel de placer con fuertes azotes, en los que se entremezcla el dolor y las sensaciones placenteras, sufriendo unas más notables secuelas físicas. (¡Aunque ya conocemos el dicho de que "sarna con gusto no pica!").
En resumidas cuentas, una persona disfruta del spanking cuando tiene confianza mutua con la otra persona. Raramente alguien se siente seducido por esta práctica si esto no es así, por mucho que le gusten los azotes.
Sobra decir que cualquier práctica de azotes no consensuada, no se considera juego de rol ni práctica erótica, sino que es clara violencia física, de la cual huimos enfervorecidamente.
Y para mayor seguridad persona en este tipo de juegos sexuales de pareja o compartidos con más personas, la premisa casi obligada es que exista una palabra clave que el azotado pueda pronunciar en el caso de querer frenar el juego, ya sea porque se han sobrepasado los límites físicos previamente definidos o porque, simplemente, no se sienta cómodo o prefiera finalizar la sesión.
Como siempre decimos, el placer no entiende de límites, siempre que las partes disfruten de lo que hagan.